EL AMOR PURO
En 1993, el mundo literario francés se ve sacudido por la irrupción de lo que no se duda en calificar como una obra maestra, El amor puro, de una autora perfectamente desconocida (aunque ya antes ha publicado una novela, también de indudable valor: Un souvenir indècent). Su autora responde al nombre de Agustina Izquierdo. De ella se sabe lo que su casa editora ha transmitido: de origen español, hija de exiliados en Francia de la guerra civil española, vuelta con el tiempo a vivir a la Cataluña de sus padres, donde se pierde su rastro. Nada más: una ilustre desconocida que escribe, según todos los críticos, un francés admirable.
Pero también desde el primer momento surgen las voces de aquellos que sospechan acerca de quién puede estar detrás de ese nombre: Pascal Quignard, es decir, la «mano izquierda» de Pascal Quignard, según afirma en Le Monde Josyane Savigneau, mano encargada de escribir más libremente acerca de sus «obsesiones eróticas». Atribución que ha tenido por parte de Quignard una airada respuesta: «Se me imputan cuatro pseudónimos. Todos son falsos. Lo difícil en la vida colectiva es que no podamos defendernos de imputaciones calumniosas sin acreditarlas. [ ] Hay que despreciar. Aquí, incluso, hay que callarse.» Pero...
El editor francés de El amor puro dice tajante: «Agustina Izquierdo no es Pascal Quignard. Editor de todos los libros de Agustina Izquierdo y de dos de Pascal Quignard, estoy, creo, bien situado para desmentir y hacerlo categóricamente.» A lo que, sin embargo, el crítico literario de la misma revista responde: «Lector hasta hoy de todos los libros de Pascal Quignard y de dos novelas de Agustina Izquierdo, estoy bien situado para mantener que, en cualquier caso, quien narra es Pascal Quignard » Quizá ambos tenían razón.
Hoy, El amor puro es una obra casi anónima. Excesiva. Vuelta a la oscuridad de la que salió, Agustina Izquierdo sigue tan desaparecida como lo estuvo siempre. Por su parte, el silencio de Quignard se ha convertido en el tácito asentimiento de su autoría. Porque, incluso callado, como él mismo pedía quedarse, se prolonga el juego de su atribución, que prosigue por lo que no puede ser un simple azar, cuando otro crítico señaló que «Agustina Izquierdo» es el anagrama de «oui taisez Quignard» («sí, calle a Quignard» o «sí, cállese Quignard»). De modo que Quignard, callado, mantendría El amor puro al margen de su obra, no tras un nombre falso, sino tras un nombre que sólo nombra la petición de silencio del propio Quignard. Un silencio que, sin embargo, escribe y se propone como secreto de la escritura.
Misterio de un nombre que a su vez se sitúa al lado del misterio de un título no menos desconcertante: El amor puro. No «un» amor puro, el de la pasión amorosa de los protagonistas del relato, sino «el» amor puro. ¿Cuál es ese amor? ¿En qué consiste su pureza? Tal vez la lectura de este libro nos lo podría decir, pero siempre y cuando lo leamos, porque él, el libro, parece cerrarse sobre sí mismo, expulsando de sí a cualquier lector, denunciando su artificialidad con sus últimas palabras: «cuando leemos, siempre fingimos leer.
Pero también desde el primer momento surgen las voces de aquellos que sospechan acerca de quién puede estar detrás de ese nombre: Pascal Quignard, es decir, la «mano izquierda» de Pascal Quignard, según afirma en Le Monde Josyane Savigneau, mano encargada de escribir más libremente acerca de sus «obsesiones eróticas». Atribución que ha tenido por parte de Quignard una airada respuesta: «Se me imputan cuatro pseudónimos. Todos son falsos. Lo difícil en la vida colectiva es que no podamos defendernos de imputaciones calumniosas sin acreditarlas. [ ] Hay que despreciar. Aquí, incluso, hay que callarse.» Pero...
El editor francés de El amor puro dice tajante: «Agustina Izquierdo no es Pascal Quignard. Editor de todos los libros de Agustina Izquierdo y de dos de Pascal Quignard, estoy, creo, bien situado para desmentir y hacerlo categóricamente.» A lo que, sin embargo, el crítico literario de la misma revista responde: «Lector hasta hoy de todos los libros de Pascal Quignard y de dos novelas de Agustina Izquierdo, estoy bien situado para mantener que, en cualquier caso, quien narra es Pascal Quignard » Quizá ambos tenían razón.
Hoy, El amor puro es una obra casi anónima. Excesiva. Vuelta a la oscuridad de la que salió, Agustina Izquierdo sigue tan desaparecida como lo estuvo siempre. Por su parte, el silencio de Quignard se ha convertido en el tácito asentimiento de su autoría. Porque, incluso callado, como él mismo pedía quedarse, se prolonga el juego de su atribución, que prosigue por lo que no puede ser un simple azar, cuando otro crítico señaló que «Agustina Izquierdo» es el anagrama de «oui taisez Quignard» («sí, calle a Quignard» o «sí, cállese Quignard»). De modo que Quignard, callado, mantendría El amor puro al margen de su obra, no tras un nombre falso, sino tras un nombre que sólo nombra la petición de silencio del propio Quignard. Un silencio que, sin embargo, escribe y se propone como secreto de la escritura.
Misterio de un nombre que a su vez se sitúa al lado del misterio de un título no menos desconcertante: El amor puro. No «un» amor puro, el de la pasión amorosa de los protagonistas del relato, sino «el» amor puro. ¿Cuál es ese amor? ¿En qué consiste su pureza? Tal vez la lectura de este libro nos lo podría decir, pero siempre y cuando lo leamos, porque él, el libro, parece cerrarse sobre sí mismo, expulsando de sí a cualquier lector, denunciando su artificialidad con sus últimas palabras: «cuando leemos, siempre fingimos leer.
- Editorial: ARENA LIBROS |
- Ano: 2015 |
- Páxinas: 118 |
- Dimensións: 150x220 |
- Idioma: castelán |
- Tradución: Serrat Crespo, Manuel |
- ISBN: 978-84-95897-85-5 |