
TODO ES VERDAD PORQUE NADIE MIRA
Julia vuelve a su ciudad natal porque su amiga Marta ha tenido una hija, lo que sería una buena noticia si no fuese porque ha pasado el tiempo y todo se ha descolocado. Entre las manos lleva un ramo de flores y, en el bolso, el manuscrito de una novela titulada Las niñas, en la que trata de reorganizar la cartografía de su familia y de su grupo de amigos para que nadie, ni siquiera ella misma, pueda cuestionarse adónde pertenece. Pero ser la cronista desde fuera conlleva el riesgo de terminar por sentirse una extranjera en su propia memoria.
Todo es verdad porque nadie mira es una novela sobre la potencia de los recuerdos de infancia y sobre la losa de una educación sentimental basada en la culpa y los silencios. También es una historia sobre el peso de nuestras relaciones familiares a través de los años, cuya inmutabilidad acaba por encapsular una versión rígida de nosotros mismos a pesar de que la vida que hayamos armado ya sea otra. Con ecos de Carmen Martín Gaite, Jonás Trueba o Aurora Venturini, esta novela es, sobre todo, un homenaje a la amistad y una reflexión sobre lo complicado que resulta permanecer sin estar presente que nos pone frente al dilema de si es legítimo pretender desempeñar un rol en un lugar que ya no se habita.
«A mí me gustan las flores porque chupan agua de la tierra, y agua de los jarrones si las obligamos, y con eso y un poco de luz ya están. Por eso y porque a lo largo de mi vida he visto a las mujeres de mi familia mover flores de un lado al otro con seguridad, sin que les temblase el pulso si entre el ramo había alguna rosa con toda su metralla. Las he visto moviéndolas para sembrar cuidados, para quitar la pena, para ponerle al amor un cuerpo de colores y que todos pudieran tocarlo. Las flores en mi vida sustituyeron desde el primer momento a las palabras y eso me lo enseñaron las mías"
Todo es verdad porque nadie mira es una novela sobre la potencia de los recuerdos de infancia y sobre la losa de una educación sentimental basada en la culpa y los silencios. También es una historia sobre el peso de nuestras relaciones familiares a través de los años, cuya inmutabilidad acaba por encapsular una versión rígida de nosotros mismos a pesar de que la vida que hayamos armado ya sea otra. Con ecos de Carmen Martín Gaite, Jonás Trueba o Aurora Venturini, esta novela es, sobre todo, un homenaje a la amistad y una reflexión sobre lo complicado que resulta permanecer sin estar presente que nos pone frente al dilema de si es legítimo pretender desempeñar un rol en un lugar que ya no se habita.
«A mí me gustan las flores porque chupan agua de la tierra, y agua de los jarrones si las obligamos, y con eso y un poco de luz ya están. Por eso y porque a lo largo de mi vida he visto a las mujeres de mi familia mover flores de un lado al otro con seguridad, sin que les temblase el pulso si entre el ramo había alguna rosa con toda su metralla. Las he visto moviéndolas para sembrar cuidados, para quitar la pena, para ponerle al amor un cuerpo de colores y que todos pudieran tocarlo. Las flores en mi vida sustituyeron desde el primer momento a las palabras y eso me lo enseñaron las mías"
- Editorial: Plasson e Bartleboom |
- Páxinas: 248 |
- Dimensións: 140x210 |
- Idioma: castelán |
- ISBN: 978-84-10483-10-1 |