Michelangelo Antonioni, que ya había rodado más de veinte películas en Italia, tenía la idea de hacer una película a partir del cuento de Julio Cortázar “Las babas del diablo”, incluido en el libro Las armas secretas (1959), sobre un fotógrafo que retrata una escena de una pareja en la distancia. No fue hasta que puso los ojos en un páramo del sureste de Londres, tras detenerse a tomar una pinta de cerveza en el conocido pub White Horse en Woolwich, que se decidió a filmar su primer largometraje en inglés.

En el argumento que Antonioni escribió junto a Tonino Guerra, la historia se centra en un fotógrafo londinense que vive para su trabajo, mientras disfruta ocasionalmente del sexo fácil, las drogas y la música en directo. Lo que hasta entonces pasaba por ser una existencia sin alicientes, sufre una sacudida al ampliar las fotos de aquella pareja que ha retratado en un parque y en la que cree ver un cadáver, descubriendo detalles sobre los que va armando un rompecabezas que quiere desentrañar.

Si su trama no tiene una resolución conclusiva es porque esa era la intención de su director, quien aseguraba que este filme giraba en torno a la relación entre un individuo y la realidad, por lo que no se debía aclarar su significado. Alguno de sus actores llegó a asegurar que Antonioni no pudo concluirla porque se le agotó el presupuesto. Evidentemente, exagera, pero de lo que no cabe duda es que el realizador italiano dejó en su película la mejor representación del swinging London de los años 60. De hecho, el director vivió intensamente la escena de la capital británica y, aunque se presentaba todos los días el primero en el rodaje con su habitual seriedad y elegancia, vivía las noches en compañía de fotógrafos y modelos, extrayéndole todo el jugo a la ciudad y al nuevo mundo liberado.

Texto de Xavier Valiño