En la película, Antonio le explica a Paul que cuando a uno le faltan ideas y ya no sabe por qué actúa, es como alguien que ha perdido su sombra. Según él, eso fue lo que le pasou a Paul. Antonio, excomunista, vuelve a Andalucía tras un largo exilio en Francia, y recibe a Paul, que ha huído de su casa después de ser despedido en el periódico donde trabajaba. Paull piensa que todo se arregla, explica Antonio; todo lo que pasa mentalmente, igual que la vida con los demás. Parte en un viaje mental y se deja atrapar por la vida. Y por las mujeres: Anne, su amiga actual, y Marie, su ex, que empieza a buscarlo. ¿Una situación trágica o cómica? Ni lo uno ni lo otro, responde Paul. La historia no necesitaba un cadáver y, con todo, termina con una muerte. Con Antonio desaparece toda una parte de la historia y de las utopías sociales. Paul ha perdido su sombra. Pero esa sombra no era la que Antonio imaginaba. Su sombra era él mismo.

«Un cineasta tan físico como Alain Tanner no puede aceptar sin enfado lo que Jean Baudrillard describe en El intercambio simbólico y la muerte: la existencia de la muerte calculada, neutralizada, y con ella la obsesión e ilusión de inmortalidad, características de nuestra época. Tanner trata de aportar una presencia al ser humano, porque él mismo sufre por una carencia. El tema del hombre que ha perdido su sombra es una suerte de obsesión que va unida a la sensación del viaje y del exilio. No hay nada más belo que observar como su cámara acaricia el cuerpo humano; el mar y el tiempo que pasa, llevados por el movimiento cuyo sonido sumerge las calles, acompañados del viento polvoroso que lleva a Antonio. La elevación de ese canto hace deste filme una obra que ya no debe demostrar nada». Amina Danton, Cahiers du cinéma 1992, No. 451.