Un hombre veterano se coloca una peluca y se hace rulos en el pelo. Se calza unas lustrosas botas negras. Se pone un traje rojo impecablemente planchado, por encima de una camisa negra de largo cuello puntiagudo, y gira bailando para la cámara que capta el instante. La transformación se ha completado. Es el mismísimo James Brown -aunque realmente se trate de Charles Bradley, quien aún no ha conseguido hacerse un nombre en el mundo de la música-.

No hay nada como estar en el momento y el sitio adecuado. Eso es justo lo que le sucedió al director Poull Brien, contratado para dirigir el primer vídeo de Bradley, “The world (Is going up in flames)”, previo a la edición de su disco de debut. Su gran mérito es haberse percatado de que había una gran historia en la vida de este a pesar de que ya contaba con 62 años cuando se le iba a filmar.

Bradley, quien solo había disfrutado de la vida hasta entonces imitando a James Brown, es un filón para la cámara, repasando varios momentos verdaderamente dramáticos de su vida y malviviendo en un colchón raído en el sótano inmundo del edificio en el que vive su madre. El film logra equilibrar la dura historia de fondo y la parte musical, pero quien verdaderamente conmueve es el propio Bradley, a quien los golpes de la vida no han destruido todavía, y quien se revela como un alma bondadosa, llena de amor y dolor, que ha sobrevivido a través de su fe en Dios y que siempre ha creído en su sueño.

Texto de Xavier Valiño. Publicado en Los 100 mejores documentales del Rock