El hombre de tres letras
Los lectores, esos depredadores invisibles, esa sociedad secreta desolitarios. Con su furtividad felina, su ascesis, su modestia. No lespasa el tiempo, dice Quignard, son nadadores de Paestum, pintados enel reverso de un sarcófago para los ojos de un muerto; son habitantesdel tiempo encantado del juego, retirados del mundo al pie del MonteCalvario. Los escritores, esos que deben cortarse la lengua y cosersela boca para ser tales, para rasgar el velo que nadie veía y acallarel sonido que escuchábamos; para manifestar, vueltos candiles, loinvisible de la lengua hablada. La escritura, esa llave que abrenuestra morada al ladrón (designado, en latín, con una palabra de tres letras): el contenido se aleja, el sujeto se deshace, la dirección se descompone, desaparece el destinatario. El signo escrito nos toma por asalto, a nosotros, que lo hemos robado todo; no remite al signolingüístico sino a una imagen arcaica, como los viejos espejos conmarco de bronce que alguna vez se alzaron sobre tumbas. El texto seteje, como tejió en un tapiz su historia secreta y ultrajanteFilomela, a quien Tereo de Tracia no dudó en arra
- Editorial: Shangrila |
- Páxinas: 172 |
- Dimensións: 140x200 |
- Idioma: castelán |
- Tradución: Martin Giráldez, Ruben |
- ISBN: 978-84-123523-5-1 |