Tac, tac, tac es un proyecto que surge de la colaboración entre el escritor Suso de Toro y la Librería NUMAX, donde actúa como comisario de la propuesta «Un cuento en un lugar en un límite de tiempo». Se trata de una actividad estable y periódica que comenzará el 1 de febrero y continuará durante ocho meses.

Participan en esta actividad un grupo de los escritores y escritoras más salientables de nuestro panorama literario con una característica común: comenzaron a escribir dentro de un marco «analógico». Una vez al mes cada una de las personas con las que previamente contactó Suso de Toro escribirán un cuento muy breve, de la extensión de un folio, en una antigua máquina de escribir. La experiencia contiene instrucciones mínimas: «Se puede corregir con típex o tachar los errores y corregir sobre el texto. También se puedea corregir a mano con lápiz o lo que se quiera sobre el texto mecanografiado. Las correcciones son la sal que enriquece el texto primero».

Margarita Ledo será la encargada de inaugurar el día 1 de febrero a las 20:00 esta acción que es, en palabras del propio comisario, «volver a hacer una cosa, un folio que sostiene palabras escritas, que contiene un texto». Este folio permanecerá expuesto durante un tiempo limitado en una ventana de la Libraría NUMAX durante el cual ese cuento sólo existirá en ese folio y sólo podrá ser leído en ese lugar.

El Instituto Rosalía de Castro y Domohomo Arquitectos colaboran en la puesta en escena (atrezzo) de esta actividad, que requiere de un rincón confortable e inspirador tanto para quien escribe como para quien entre en la librería y quiera sentarse a leer tranquilamente el cuento del mes.

El aura de la obra

La acción nace de la reflexión del propio de Toro a la pregunta de qué es ser escritor, «alguien que vive en una esfera de lenguaje comparado con la vida y sus contingencias fuera, en el mundo. El mundo virtual del lenguaje en paralelo al mundo experiencial».

Más de cerca, la intención del escritor es «darle una vuelta a la constatación de Walter Benjamin sobre la pérdida de aura de la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica y, también, sobre el valor y el poder de la unicidad frente las reproduciones». Más de cerca aún, «apelar a la memoria y a la experiencia de quien escribió a mano, a máquina después, acompañado de la percusión de los tipos que chocaban en la cinta de tinta y en el papel. La soledad de cuando no se escribía sólo texto sin tacto en una pantalla sino que se fabricaba una cosa: un papel tintado. La añoranza de la mínima fisicidad del oficio, el extrañar manchar los dedos de tinta y sentir el ruido de nuestra herramienta, el lápiz o las teclas chocando». «Naturalmente, también tiene a ver con el fetichismo», explica el autor. «Nuestro deseo creador de cosas sagradas o a las que le queremos atribuir carácter mágico».