Zeca Afonso es visto, décadas después, por dos mujeres. Teresa Moure, gallega, escribe la historia; lo ilustra Maria João Worm, portuguesa. Ambas están fascinadas con ese hombre que cantaba sobre causas políticas. Pero, entre palabras y siluetas, ambas tejen una red para apoyar a un Zeca más íntimo de lo habitual según lo que recuerdan sus camaradas. Porque, a veces, los grandes nombres de la historia aparecen en el momento adecuado y bajo las circunstancias propicias para ser considerados símbolos, incluso a su pesar. Sin embargo, antes de convertirse en el famoso cantante que le dio voz a la Revolución de los Claveles, Zeca fue un niño que creció en tierras africanas. En un concierto en Galicia, donde fue venerado, charla con su amiga Begónia Moa y comienza a revelar algunos secretos. Sus preocupaciones muestran que él es vulnerable, que palpita y vacila, que vibra con el contacto de otras pieles y luego teme haberlas lastimado. También tema a la muerte.